La libertad de escoger el género a los 16 años
Igualdad lanza a los transgénero a un delicado debate que divide a los expertos
Psicólogos, médicos y abogados comparten que suprimir los dos años que acrediten disforia de género como promueve la nueva ley «no es una opción»

¿Está la sociedad preparada para un debate sobre la autodeterminación de género? La respuesta de psicólogos y psiquiatras, cirujanos y endocrinos de unidades especializadas, es taxativa: NO. Pero el Ministerio de Igualdad hace bandera de la causa tran s y considera ... que es el momento, que la ciudadanía ya está madura para este asunto y ha difundido, sin la aquiescencia de sus socios socialistas, un borrador de «ley Trans» que tenía la intención de presentar en vísperas de otro 8-M de pandemia. Si bien desde Moncloa, según fuentes gubernamentales, ya le han dicho que «nones». La vicepresidenta Carmen Calvo encabeza una cruzada política sin cuartel porque hay una corriente dentro del PSOE que cree que Montero promueve con esta y otras leyes el «borrado del sexo» de la mujer, y que ofrece inseguridad jurídica al resto de la sociedad.
Asunción Santos, abogada de Derecho Civil en Legálitas, sí advierte inseguridad cuando una persona dude acerca de lo que siente que es y que, por ejemplo, vaya a cambiarse de nombre en el DNI, se registre de diferente forma a efectos de tramitaciones , documentales, de permisos de trabajo, de contratos de piso... «El resto de las personas tienen derecho a saber con quién tratan», también. Hay lagunas por resolver, consideran los letrados, pero lo que ofrece mayor reticencia, añade Santos, es que la ley desde 2007 (y ratificó el Constitucional en 2019) exigía que fuese «tratado médicamente durante dos años». La nueva ley lo suprime.
Al margen de la refriega que agrieta la coalición de PSOE y Unidas Podemos, entre los expertos que trabajan día a día con transexuales hay opiniones variadas y un resultado común, que no se puede obviar: la persona transgénero pasa un trayecto de mucho sufrimiento. Hay mujeres trans, como Alicia y Judit, que relatan ya en la treintena episodios salvajes de acoso escolar o faltas de respeto muy graves. « Es su dignidad de la que se habla y se pone en cuestión», reprueban a ABC desde la Federación Estatal (FELGTB), y opinan que se debería encauzar este debate pensando en las resoluciones internacionales de defensa de los derechos humanos. «Hay que apoyarlas en su percepción, en lo que sienten que son. La expresión humana es muy amplia, no hay que delimitar tanto la forma de vivir la sexualidad. Hay variaciones», secunda Rosa Collado, psicóloga especializada en Sexología.
«Un 20% de estos jóvenes que alegan disforia de género se arrepienten posteriormente»
El que fuera Defensor del Menor de la Comunidad de Madrid, Javier Urra, también ofrece mesura. «El riesgo de suicidio en una persona tránsgenero es ocho veces mayor que el de una persona que no lo es» (o cisgénero). Collado y Urra no desdeñan dos asuntos transversales en el tratamiento de este tema tan delicado: en la búsqueda perpetua de identidad que cursa un adolescente, con vaivenes constantes, de percepción, de intentos de conseguir una imagen diferente, lo que, incluso, puede llevar a confundir la «identidad sexual con la orientación sexual» (en el caso de personas homosexuales atraídas por el mismo sexo); y también decidir operarse con las consecuencias irreversibles que ello tiene. «Un 20% de estos jóvenes que alegan disforia de género se arrepienten posteriormente», dice el psicólogo.
El asunto controvertido que incluye la ley, dando margen al joven de 16 años a que, con consentimiento paterno o sin él, se cambie el nombre en el Registro Civil, su DNI y decida por sí solo un libre cambio de sexo, es que « si se arrepiente luego, y su tutor legal no le ha autorizado, ¿qué hacemos entonces? Porque si toman esa decisión a los 18 y se arrepienten, son ya adultos y es su error». También Collado apoya a Urra en que el tránsito de género, con el bloqueo de la pubertad primero, el tratamiento hormonal durante «cuanto más tiempo mejor» y la operación quirúrgica final deben siempre contar con la exigencia de, al menos, dos años de recorrido, como incluyen las leyes hasta el momento y que suprime el borrador de máximos de Igualdad. «Esos dos años de informes médicos, psicológicos, psiquiátricos, logran acreditar primero que hay un trastorno de disforia de género y que está muy meditado en la persona».
Antonio Becerra, coordinador de todas las unidades territoriales de género en el país, opina que hasta llegar a la intervención quirúrgica hay un largo recorrido que hay que hacer bien: «Exponemos lo que significa que una chica trans se extirpe ovarios y útero. Estoy tratando ahora un caso. Yo no juzgo, soy médico, pero esta estudiante está mutilada para siempre», dice este endocrino y profesor de Ciencias de la Salud de la Universidad de Alcalá. Pero, al contrario, también devuelve algo intangible a las personas que resuelven una pesadilla pasando por sus manos. «No me gustan las generalidades. Cada persona es un mundo y así debe tratarse» este asunto. «Los dos años de informes médicos son muy necesarios». Suprimirlos no es una opción, consensúan, al tiempo que subrayan que visibilizar el trastorno es oportuno, pero hay que hacerlo de modo concienzudo.
La información es vital
En las unidades de género trabaja un equipo multidisciplinar de ginecólogos, endocrinos, psicólogos y cirujanos que, advierten, si el menor de 16 años culmina su proceso en el deseo de una cirugía de cambio de sexo enfrenta «un viaje sin billete de vuelta». Por ese motivo, insisten en la importancia de que estén «muy bien informados». La cirujana Anna López-Ojeda, responsable de Cirugía Plástica del Hospital de Bellvitge (junto al Hospital Clínic de Barcelona y el Germans Trias de Badalona son los tres centros que realizan intervenciones en Cataluña), asegura que esta cirugía debe meditarse mucho, pese a que «al no afectar a órganos vitales, no es de alto riesgo».
En su hospital, empezaron a realizar vaginoplastias, intervenciones destinadas a convertir el aparato genital de un hombre en el de una mujer, en septiembre de 2019. Han realizado 24 –la semana que viene practicarán dos más– «con éxito». Los pacientes, con edades entre 20 y 59 años, vienen derivados desde «Trànsit», un servicio gratuito que ofrece asesoramiento a trans. «Los pacientes nos llegan desde allí con el proceso hormonal ya realizado . Nosotros nos centramos solo en la cirugía», apunta López-Ojeda. Los requisitos que deben cumplir los candidatos a la intervención son tres: mínimo de un mes y medio sin fumar, que tengan un Índice de Masa Corporal dentro de la normalidad y que no presenten un riesgo anestésico alto.
Respecto a la mejor edad para realizar un cambio de sexo, López-Ojeda pone la frontera en la «madurez psicológica» de la persona. «Desde el punto de vista médico, la edad no es un problema si no hay patología asociada», apunta. «Los más jóvenes tienen una mejor capacidad de cicatrización, pero eso no es determinante». El doctor Becerra añade que el proceso de bloqueo de la pubertad, que puede comenzar a los 12 años, sí daña el hueso y su densidad mineral. «Evidentemente, el desarrollo no es el mismo. Y la terapia hormonal, feminizando o masculizando a la persona también tiene efectos, puesto que existe un alto índice de episodios cardiovasculares al hacerlo», recuerda.
Cuatro horas de operación
La vaginoplastia por inversión peneana, la cirugía más destacada en la reasignación de sexo en el caso de mujeres transgénero, es una intervención que puede prolongarse hasta unas cuatro horas y consiste en extirpar los cuerpos cavernosos y el canal de la uretra peneana para reconstruir una vagina con parte de la piel extraída del pene y del escroto. «Se extraen los testículos y se recrea una vagina con la piel que quitamos del pene y del escroto. La piel del glande la usamos para recrear el clítoris, que tiene sensibilidad erógena», explica la experta. El objetivo de la cirugía es, según asegura, «triple»: «estético, porque se pretende que la recreación sea lo más parecida a una vagina; funcional, porque se pretende que esa vagina también lo sea, y, por último, erógeno porque se quiere que tenga sensibilidad».
«La cirugía no es complicada aunque hay riesgos de sangrado y se pueden abrir las heridas, aunque no es nada frecuente», señala López-Ojeda. En el Hospital Clínic, el primero que realizó intervenciones de cambio de sexo, además de vaginoplastias, realizan también operaciones de masculinización del pectoral, y han practicado también algunas falopastias , que consisten, al contrario que las vaginoplastias, en intervenciones para convertir los genitales femeninos en masculinos. «Es una operación mucho más delicada, por eso se realizan muchas menos». La faloplastia es la técnica quirúrgica que permite la reconstrucción de un falo (pene) de dimensiones anatómicas. Para lograrlo, los cirujanos usan tejido de otras partes del cuerpo, comúnmente piel y grasa del antebrazo aunque también se puede utilizar, entre otros, tejido del muslo o del abdomen. «No se trata de trasplantar piel, tienen que trasplantar también venas y arterias para que una vez colocadas en la zona genital tengan una buena irrigación sanguínea», precisa Ana López-Ojeda. «Pese a que hay mucha sensibilidad al respecto por parte de la administración, la demanda de este tipo de intervenciones, mayoritariamente de vaginoplastias, es alta y la mayoría quedan pendientes», señala la especialista.
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